
¿Cómo sabemos que el autor del Evangelio de Lucas y
los Hechos de los Apóstoles es la misma persona?

Fuente:
Luis Antequera www.religionenlibertad.com
Más
allá de que así lo ha registrado la tradición de manera muy expresiva, de la
coherencia de los dos relatos y hasta de la unidad estilística de ambos, la
clave nos la da el propio autor del Evangelio de Lucas y de los Hechos
de los Apóstoles, que nos la presenta con toda claridad en la introducción
de cada uno de los dos libros que escribe.
Este
es el comienzo del Evangelio de Lucas:
“Puesto
que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado
entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio
fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también,
después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes,
escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las
enseñanzas que has recibido” (Lc.
1, 1-4).
Dedicado
como se ve a un tal Teófilo sobre cuya identidad se ha especulado mucho,
sin obtener ninguna conclusión incontestable. La raíz griega del nombre ha
hecho pensar en un posible funcionario romano convertido, una prueba más de la
rápida superación de fronteras del mensaje cristiano y de su temprana llegada
al mundo clásico. Pero la misma razón no permite desechar la hipótesis un judío
helenizado como tantos otros (Andrés, Felipe, son
apóstoles de Jesús
que a juzgar por su nombre provendrían del mismo grupo). Por poder, podría
tratarse hasta del amplio conjunto de lectores, significando como significa el
nombre, “amigo de Dios”, de Teo=theos=Dios y filos=amigo.
Por
cierto, no sólo a modo de curiosidad sino con utilidad para el análisis que
realizamos aquí, el de Lucas es el único de los evangelios iniciado con
una salutación a su destinatario, lo que una vez más representa un vínculo de
unión entre el Evangelio que se le atribuye y el libro de
los Hechos. Y es que éste vuelve a tener una dedicatoria, no
siendo casual que dicha dedicatoria vuelva a estar dirigida al mismo
personaje del mismo nombre, quien quiera que sea.
“El
primer libro lo dediqué, Teófilo, a todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el
principio hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por medio
del Espíritu Santo a los apóstoles que había elegido, fue levantado a lo alto.
A estos mismos, después de su pasión, se les presentó dándoles pruebas de que
vivía, dejándose ver de ellos durante cuarenta días y hablándoles del Reino de
Dios” (Hch. 1, 1-3).
Dedicatoria
que, a mayor abundamiento y por si las cosas no estuvieran suficientemente
claras, contiene, como se ve, una referencia al primero de los libros escritos,
que no es ni puede ser otro que el Evangelio. Y en la que, por cierto, se encuentra
otra clave que no debe ser desdeñada tampoco. Y es que Evangelio y Hechos
pueden ser (y de facto son) obra del mismo autor, pero contrariamente a lo que
acostumbra a afirmarse, no son la misma obra. Una (Hechos) es claramente
posterior a la otra (Evangelio), como demuestra la afirmación
realizada al inicio de aquélla “El primer libro lo dediqué, Teófilo…”. Es
más, normalmente, deberían estar separadas por algún añito de diferencia. Lo
cual no deja de tener importantes consecuencias, pero eso, amigo lector, es
harina de otro costal que desvelaremos algún día... pero no hoy, qua ya hemos
pasado un ratito y no es cosa de agotar su paciencia.
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