SGDOA 1 TIPICO

SGDOA 1 TIPICO

domingo, 1 de diciembre de 2013

Testimonio de Sor Branka de la Comunidad Cenacolo: “entré en la Comunidad destruida cargando sobre mis espaldas la dependencia del alcohol y la depresión”


Jesús dijo: ”Pidan y se les dará.” (Mt 7,7) También dijo: “Cuando pidan en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán.” (Mc 11,24).



Me llamo sor Branka y entré en la Comunidad destruida cargando sobre mis espaldas la dependencia del alcohol y la depresión. Mi vida fue una pesadilla: estuve en la guerra de Bosnia-Herzegovina y ya antes había absorbido los traumas de mis padres y mis abuelos. Todo me llevó a la desesperación de la que trataba de escapar con el alcohol.

La sociedad en la que me crié, la ex Yugoeslavia comunista también ayudó a alejarme del único Dios verdadero. Recuerdo que en mi infancia y juventud, hablar de Jesús en la calle podía traer severas consecuencias, pero gracias a mi abuela y a mis padres, a su constancia y valentía para perseverar en la fe, siempre llevé en el corazón el amor por la oración.

Entré en la Comunidad gracias a la ayuda de un ángel: P. Slavko de Medjugorje. Llegué a Italia destruida en el físico, en lo psíquico y también en el corazón: no sabía lo que era la esperanza, la confianza ni la voluntad. Lentamente, me fui curando delante del Santísimo Sacramento, con la paciencia y el amor de las hermanas en las que reconocí el rostro de Jesús día tras día.

Todos los días estaba dos horas frente a Jesús Eucaristía, para contarle todo lo que me pasaba, ya que no podía dialogar con nadie más por el estado en el que estaba. A causa de mis profundas heridas no tenía confianza en nada ni en nadie; heridas que Jesús, lentamente, una por una sanó reconstruyendo mi persona en el equilibrio y madurez. También puso en mi camino a un doctor, amante de la vida y amigo de la Comunidad, que me escuchó y me ayudó con el diálogo y me dio justo la medicina que necesitaba.

Deseo agradecer mucho a Madre Elvira porque creyó en mi, esperó mi sanación contra toda esperanza; esta confianza me dio la fuerza para combatir.

Caminando y rezando se curó mi sistema nervioso y hoy soy una persona que trasmite paz -así dicen las que viven conmigo- este milagro lo realizó Jesús. La sanación más grande la recibí en la Santa Misa, que es la más bella oración, donde Jesús mismo y nosotros con Él le ofrecemos al Padre la vida, las enfermedades, lo más profundo nuestro. En esos momentos en los que el cielo y la tierra se encuentran, muchas veces me sentí sanada y liberada, una fuerza nueva entraba dentro mío y me iba liberando. En un momento de mi camino comunitario, me eligió para seguirlo como su esposa y hoy estoy feliz.

Tantos años vividos en la oscuridad, en la lucha, en el sufrimiento me hicieron descubrir lo preciosa que es la oración para los demás. Es una oración que libera a quien la hace, libera del egoísmo, de la indiferencia, de la tristeza, ayuda a olvidarnos de nosotros mismos y a ver las necesidades de quienes están a nuestro alrededor. Nos ayuda a caminar por amplios campos, bajo cielos abiertos, a mirar y a desear lo grande.
Por eso, Señor Jesús, te encomiendo a toda la humanidad, en especial a los que lean este testimonio, que es el fruto de tu gran Amor.



sábado, 9 de noviembre de 2013

Cómo orar cuando “no entiendo” a Dios

Llevaba varios días escuchando confesiones por más de 6 horas, muchas historias tocaban mi corazón, purificaban mi fe, me ayudaban a descubrir nuevos matices en la miseria humana pero sobre todo en la misericordia de Dios.
Eran mis cuartas misiones de semana santa, toda una semana celebrando misa, confesando en pueblos remotos de México donde el párroco no alcanza a llegar. Personas con sufrimientos que dejan huella, pobreza que duele, y una fe que mueve montañas.
Buscando consolar me llegó a mí el tiempo de llorar. Sí, por primera vez lloré escuchando una confesión. Fue la experiencia de un alma que a pesar de tanto dolor y tanto sufrimiento veía la mano de un "Papá Dios que siempre me acompaña y nunca me abandona".

Abrir tu corazón a Dios no te hace daño

La oración es el alimento del alma. Es llenarse de Dios, de su amor y vivir para Él y con Él. Sin embargo, en este proceso de llenarse de Él hay un camino donde nosotros activamente tenemos que vaciarnos de nuestro egoísmo, de nuestro racionalismo, de nuestro modo de ver al mundo, nuestras situaciones, nuestros dolores.
Llegar a una oración de aceptación total de la voluntad de Dios requiere esfuerzo y un diálogo sincero con nuestro Dios, desde el corazón y la conciencia de ser creaturas llenas de límites, de angustias de miedos y de dolores.
Abrir tu corazón a Dios no te hace daño. Preguntarle los "por qués" que tengas dentro puede la primera reacción, desde la perspectiva humana. No temas dar este paso, pero siempre prepárate para dejar que la luz de la fe ilumine tu caminar y te abra a una nueva dimensión.
Permanece abierto a escucharlo y a recibir su respuesta, que muchas veces es silenciosa pero que da siempre fruto. Ese "por qué" debe dejar pasar al "para qué". Dios tiene su tiempo para escuchar tus quejas y siempre es rápido para acogerlas con un gran abrazo.
Si te mira en silencio durante la oración, si aparentemente calla es porque está trabajando, realizando algo en tu vida, en tu alma. Espera con confianza, levanta la mirada a la cruz, encuentra sentido a tu dolor, a tus lágrimas mirando al que nos salvó con su sangre. Así, habrás dado paso al "para qué" y la fe habrá tocado tu corazón.

Algunas actitudes ante el dolor y el "no entender" a Dios

No ver un final donde hay un inicio: somos peregrinos y Dios nos acompaña. Sentimos muchas veces que las personas, circunstancias y pérdidas nos quitan algo. Las vemos como un final. Si vivimos con esperanza, esta visión negativa puede ser transformada en una nueva oportunidad, una nueva puerta que nos abre Dios para descubrir un paisaje nuevo en nuestra alma, en nuestra relación con Él. Su muerte fue ciertamente un final pero Dios los transformó en el inicio de nuestra relación y el inicio de la vida eterna.
Ver más lo que Dios nos ha dado y no tanto lo que nos ha quitado: ante las pérdidas de seres queridos, especialmente el esposo, un hijo siempre tenemos la tentación de reclamarle a Dios. ¿Por qué no transformar este dolor en una oración de acción de gracias por el tiempo que Dios nos donó este regalo? La oración puede lograr esta sanación y derramar en nuestro corazón herido un rayo de esperanza.
Estar abierto a amar más: la cruz, el dolor, el sufrimiento son una llamada al amor. No podemos cambiar muchas veces lo sucedido, pero si podemos transformarnos primeramente en el interior y de ahí, recibir la llamada a amar más y mejor. Cuántas veces la pérdida de un hijo nos produce un dolor tal que nos olvidamos del resto de la familia y de nuestra vocación de amarles más y mejor, de valorar lo que Dios me da.


No entiendo: mi oración a corazón abierto

Querido lector, te dejo una experiencia personal, mi oración a Dios en medio del dolor y de la búsqueda. Es un quejarse con cariño esperando la respuesta y el abrazo de Dios.
No temas hacer lo mismo, es una oración sanadora, filial. Úsala como guía si te sirve, pero sobre todo deja que tu corazón vuele hasta el de Cristo en la cruz.
"No entiendo, tanta paciencia, tanto silencio, tanto dolor. Te escondes y te busco. Espero y no llegas. Hablas y no hago silencio.
¿Hablaremos acaso el mismo idioma? El amor humano y el divino se expresan con los mismos conceptos, palabras o gestos?
Creo que tu Eucaristía es paciencia encarnada, silencio sonoro, dolor redentor.
Creo que tu oración en Getsemaní no duró unas horas, sino que dura toda la vida, mi vida y la de mis hermanos. Te escondes a un tiro de piedra pero nos quedamos dormidos. Te busco pero estás en oración y allí no te encuentro porque no sé rezar. Espero en el lugar equivocado, con la actitud equivocada, quizás con la mirada equivocada.
Y parece que no llegas, que estamos solos en esta tierra, pero detrás, delante, a mi derecha y a mi izquierda estás siempre presente. Tu silencio es condición para descubrirte, es libertad de expresarte mi amor, es vacío que solo puede llenar tu presencia.
Gracias Señor, por un día más. Con estos sentimientos iré a encontrarte en la Eucaristía para intentar amarte como Tú me amas"


jueves, 10 de octubre de 2013

¿Cómo afrontar las distracciones en la oración?

Es normal tener distracciones en la oración; nadie se libra de las distracciones. Constatamos una y otra vez que "no sabemos orar como es preciso" (Rom 8,26). Cuando hacemos oración procuramos centrarnos en realidades sobrenaturales y a veces parece que es precisamente entonces cuando más dispersas están la vista, la imaginación, la memoria, el entendimiento... Buscamos concentrarnos, recogernos; mientras tanto vienen las distracciones y nos dispersan.



Algunas causas de las distracciones:

1. La naturaleza humana, herida por el pecado.

La naturaleza humana, herida por el pecado, es la causa del desorden que tenemos en nuestras facultades. Los sentidos exteriores (vista, oído, tacto, gusto, olfato), los sentidos interiores (memoria, imaginación) y las facultades superiores (inteligencia, voluntad) se dirigen cada uno a su objeto propio. La voluntad puede recogerlos todos y centrarlos en la realidad sobrenatural que estamos contemplando, pero apenas la voluntad afloja, viene la dispersión.
Santa Teresa nos dice lo siguiente: "Harta mala ventura es de un alma que ama a Dios ver que vive en esta miseria y que no puede lo que quiere, por tener tan mal huésped como este cuerpo... Ansi que tomo a avisar -y aunque lo diga muchas veces no va nada- que importa mucho que de sequedades ni de inquietud y distraimiento en los pensamientos nadie se apriete ni aflija. Si quiere ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado, comience a no se espantar de la cruz y verá cómo se la ayuda también a llevar el Señor y con el contento que anda y el provecho que saca de todo...".
Son palabras consoladoras. "Que nadie se apriete ni aflija" cuando nos sintamos secos, cansados, inquietos, distraídos, en la oración, si lo que de veras queremos es orar. Ese cansancio, sequedad, etc. que nos duelen como una cruz–más o menos pesada según los períodos y las personas-, podemos tratarlos como Jesús a su propia cruz: comenzando por no espantarnos de ella, como dice S. Teresa, y confiando que con la ayuda del Señor, abrazándola con paciencia y confianza, podemos seguir caminando en pos de Él para bien y salud de nuestra alma y de muchas otras almas. Y cada uno se sorprenderá "con el contento que anda y el provecho que saca de todo".

2. La negligencia:

Muchas veces las distracciones en la oración son voluntarias y cuando la conciencia pone una llamada de alerta, somos negligentes y nos dejamos llevar. Lo que hay aquí es falta de mortificación y de disciplina personal. Podríamos preguntarnos en estas ocasiones si nos hemos acercado a la oración con un auténtico deseo de encontrarnos con Dios más que con nosotros mismos.

3. El temperamento o la propia psicología:

Es importante conocerse bien para saber si hay alguna causa estructural en nosotros: déficit de atención mental, nerviosismo, escrúpulo, susceptibilidad...

4. Una vida acelerada y agitada.

Rezamos como vivimos. Si vivimos agitados es difícil aquietarse en la oración. Si vivimos acelerados, nuestra oración estará bombardeada por todo lo que nos acelera, preocupa y ocupa, por todos nuestros asuntos pendientes. La vida puede ser intensa, llena de ocupaciones y responsabilidades, pero el alma puede estar en paz; si queremos ser hombres de oración debemos aprender a ser contemplativos en la acción. 

5. Los límites de la inteligencia.

Cuando estamos considerando verdades sobrenaturales, la inteligencia se siente atraída por su luminosidad y belleza, pero pronto nos topamos con sus límites: nuestra inteligencia no puede ir más allá o no encuentra nada nuevo y se ocupa en otra cosa.

6. El demonio.

El menos interesado en que oremos, en que nos encontremos con Dios, no deja de hacer lo posible por entrometerse y ponérnoslo difícil.

Algunos remedios:

1. Formación de la voluntad y disciplina personal.

La mortificación de los sentidos y una voluntad reciamente formada puede poner las cosas en su sitio. Los sentidos exteriores, los sentidos interiores y la inteligencia son cambiantes, con la voluntad podemos aprender a controlarlos, darles un cauce, centrarlos. Eso requiere ejercicio y disciplina, hasta formar el hábito de recogimiento. Este esfuerzo de la voluntad ha de ser equilibrado, fuente de armonía y de paz. Ha de ayudarnos a serenar el espíritu para prepararnos al encuentro cordial y amoroso con nuestro Señor. No un esfuerzo voluntarista que nos inquiete más y que descentre nuestra atención de Dios para terminar concentrándola en la búsqueda de un autodominio perfecto y egocéntrico. La ascesis –en este caso el esfuerzo personal de la voluntad con el sacrificio que conlleva- es un medio para alcanzar la unión con Dios. No un fin en sí mismo. El recogimiento no es simple concentración mental ni el ensimismamiento propio de los budistas. Es, en cambio, el que procura encauzar suavemente pero tenazmente la mirada y la atención hacia el Amor de nuestra alma, Aquel que está allí y nos llama, aquel que nos ama.

2. Realismo y sentido práctico:

Hacer la meditación a la hora y en el lugar que más te ayude. Hay personas que están más despiertas y concentradas en la mañana, otras en la tarde, otras al terminar la misa. En cuanto al lugar, es importante escoger un sitio silencioso, donde nadie te interrumpa y donde todo favorezca el recogimiento (con poca luz, sin monitores ni teléfonos móviles a la mano, un crucifijo o un icono delante, etc.)

3. Integrar toda la persona:

Es preciso integrar toda la persona en la oración, incluyendo el cuerpo con sus sentidos. De allí la importancia de una preparación previa que favorezca el silenciamiento y la relajación. Aplica el principio "haz lo que haces".
4. Integrar las distracciones:
Las distracciones que no afectan a la oración, no son motivo de preocupación. Por ejemplo, mientras meditas puedes estar escuchando el canto de los pájaros o el murmullo de una fuente. Incluso pueden ayudar. Las distracciones que sí te afectan, puedes tratar de integrarlas y hacerlas materia de tu diálogo con Dios para a través de ellas volver a lo que estabas considerando.

5. El deseo:

Si no lo logras controlar las distracciones, al menos deséalo; cultiva el deseo de estar con Él. Repítele: "quiero estar contigo, Señor"; ten la certeza de que esto a Él le agrada mucho.
Tal vez el remedio no está en tratar de concentrarse más, sino en amar más. Esto es lo que recomendaba Santa Teresa: "que no está la cosa en hacer mucho sino en amar mucho. Y por ello lo que más os ayude a amar, eso haced". Dile al Señor: "Mira mi pobreza y mi pequeñez; esto es todo lo que puedo ofrecerte ahora."

6. Insistir en el diálogo afectuoso con Dios:

Con frecuencia nos distraemos porque hacemos que la meditación consista más bien en consideraciones cerebrales. Cuando oramos sobre todo con la cabeza, en un esfuerzo puramente mental, las distracciones dan mucho problema. Pero si la oración es más afectiva y brota más del corazón, las distracciones harán menos mella. Cuanto más personal sea el encuentro y el diálogo con Dios, más fácil será mantenerse en su presencia.

7. Perseverancia:

No esperemos resultados inmediatos. No esperemos siquiera resultados. A Dios le agrada que le busquemos. Perseverar, pues, en la oración hasta formar el hábito del silencio interior, suplicando con insistencia la ayuda del Espíritu Santo. La oración es don de Dios. No midamos hasta qué grado hemos logrado el hábito del silencio, del recogimiento...no nos preocupemos de "controlar" la marcha de nuestra oración. Preocupémonos de orar. Orar mucho. Orar bien, lo mejor que podamos. Orar amando mucho. Si nos preocupamos de esto principalmente, probablemente las distracciones disminuirán en frecuencia o intensidad, o las dejaremos de lado mucho más pronto, para poder regresar cuanto antes a la presencia de nuestro Dios.





miércoles, 9 de octubre de 2013

XXXVII ASAMBLEA REGIONAL
RENOVACION CARISMATICA CATOLICA DE CATALUÑA
Lema:  “Yo hago nuevas todas las cosas” Ap. 21,5




26 Y 27 de Octubre de 2013

Lugar: Fundación Balmesiana: C/ Durán i Bas 9. Barcelona.  Entre la Catedral y Plaza Cataluña

Predicador:  Padre Eduardo Toraño.  Asesor Nacional RCCC- España

HORARIO             sábado 26 de octubre
09:30- 10:00 h.       Acogida y presentación del predicador.
10:00- 11:00 h.       Alabanza – Laudes
11:00- 12:00 h.       I. Enseñanza
12:00- 12:30 h.       Descanso
12:30 – 14:00h       Eucaristía
14:00- 16:00 h.       Descanso (Comida)

16:00- 16:30 h.       Alabanza
16:30- 17:30 h.       II Enseñanza.
17:30 – 18:00h.      Descanso
18:00- 19:30 h.       Adoración




HORARIO domingo 27 de Octubre:

10:00- 11:00 h.       Alabanza – Laudes
11:00- 12:00 h.       III. Enseñanza
12:00- 12:30 h.       Descanso
12:30 – 14:00h       Eucaristía
14:00- 16:00 h.       Descanso (Comida)

16:00- 16:30 h.       Alabanza
16:30- 17:30 h.       Oración y Efusión del Espíritu Santo
17:30 – 18:15 h.     Testimonios
18:30 h.                  Fin. Despedida.

MARIA VALLEJO-NAJERA

 

María Vallejo-Nágera, en un encuentro de los carismáticos, da su testimonio de conversión en Medjugore. La ‘fiesta de liberación y perdón’ se vivió con mucha intensidad





No vio a la Virgen, pero la sintió. Así se expresó María Vallejo-Nágera en un intenso encuentro con miembros de la Renovación Carismática en la localidad madrileña de Villalbilla este fin de semana. Se vivieron momentos de especial intensidad durante la Adoración al Santísimo y en la imposición de manos.

El pasado domingo, Maria Vallejo-Nágera participó con su testimonio sobre su experiencia en Medjugorje en una celebración de oración promovida por miembros de la Renovación Carismática en Villalbilla, Madrid.

Después del apasionante testimonio de la escritora, tuvo lugar una oración de Vísperas y después un rato de Adoración al Santísimo. En la sala había muchas personas de Latinoamérica que habían tenido experiencias de brujería y espiritismo antes de su conversión.

En este momento, según ha podido saber Religión Confidencial, hubo algunas personas que mostraron actitudes fuera de lo normal en presencia del Santísimo, temblores, convulsiones, rigidez... etc.

Posteriormente, se dio paso a la parte central de la celebración, una 'Fiesta de la liberación y el perdón' que consiste, a grandes rasgos, en una imposición de manos a cada uno de los asistentes por parte del sacerdote que presidía.

Para evitar disgustos, detrás de cada uno que iba a recibir la imposición de manos, había voluntarios que se preocupaban de que nadie se desplomase. Algunos de los protagonistas, mostraron comportamientos bruscos y fuera de lo normal que un medico que estuvo presente ha declarado que "nada tenían que ver con ataques epilépticos o brotes de Histeria".


martes, 24 de septiembre de 2013

¡Qué injusto fue el siervo injusto!


Es una de las parábolas más impactantes del Evangelio, porque retrata nuestro comportamiento. En Mateo 18, 21-35, encontramos el contraste entre el perdón de Dios que pedimos y el perdón a quienes nos han ofendido, que tantas veces negamos.


viernes, 20 de septiembre de 2013

                   



John Elefante pasó a formar parte de Kansas en 1981, cuando la mítica banda de rock ya llevaba una década copando éxitos, sobre todo tras su celebérrima Dust in the wind. Para Elefante, nacido en 1958, fue el inicio de una carrera artística brillante, como vocalista y teclista -y autor de varios temas- en Kansas hasta que la abandonó tres años después, y luego como productor.

En 1990 creó junto con su hermano Dino el grupo de rock cristiano Mastedon, y durante la década de los noventa logró varios sencillos muy notables, a dúo primero y como solista después, y produciendo hasta la actualidad más de cien álbumes, entre ellos dos del grupo Petra, que le llevaron a estar nominado para un Grammy en 1986, y a ganarlo en 2000.

John es padre adoptivo de una niña de 13 años, Sami, a quien ha dedicado sú última canción, This time, donde recoge la historia de la pequeña, cuya madre biológica estuvo a punto de abortarla.



"No puedo imaginar mi vida sin mi hija Sami, y me rompe el corazón que chicas jóvenes embarazadas, en vez de elegir la vida para sus niños como hizo su madre biológica, les nieguen el derecho a nacer", declaró Elefante, según recoge CharismaNews: "Si la canción puede de alguna manera llamar la atención sobre este tema y animar a quienes estén pensando abortar a elegir la vida, por ejemplo mediante la adopción, no podríamos sentirnos más felices".

La letra de la canción, explica, intenta ponerse en la piel de la madre de Sami cuando estaba "sentada en una fría habitación, asustada y sola, sabiendo que su hija pronto se iría". Entonces se queda dormida y sueña en esa hija cumpliendo tres años, y luego creciendo y convirtiéndose en una mujer... y entonces llega la sorpresa final.



jueves, 12 de septiembre de 2013

XXXVII ASAMBLEA DE CATALUÑA
RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA
BARCELONA 26 Y 27 OCTUBRE DE 2013







"Yo hago nuevas todas las cosas"
Ap 21, 5


 Espíritu Santo inspírame siempre lo que debo pensar,lo que debo decir, cómo lo debo decir, lo que debo callar, lo que debo escribir, lo que debo hacer, cómo debo obrar para procurar Tu gloria, el bien de almas y mi propia santificación. ¡Amén!

sábado, 7 de septiembre de 2013

La oración de los cinco sentidos

La oración de los cinco sentidos es una invitación a dejar que la presencia de Cristo se haga viva en cada una de los sentidos de nuestro cuerpo para que desde ese contacto los podamos elevar a los sentidos del alma.



La humanidad y divinidad de Cristo se nos ofrece en la Eucaristía, memorial de su Pasión, muerte y resurrección. ¿Cómo rezar ante Cristo presente en la Eucaristía utilizando los cinco sentidos?

VISTA

"Te miro Señor y sé que tú me miras. Me conmueve tu soledad, tu vulnerabilidad. Deja que mis ojos te acompañen. Son ojos limitados, débiles y pecadores, pero quieren descansar en ti. Acoge mi mirada como un deseo de verte siempre en toda la creación, en todas mis relaciones, en todas mis miradas. Quiero que tu Eucaristía, que tú Señor, aquí presente seas mi filtro. Ver todo y mirar a todos contigo y a través de tu presencia. Purifica mi vista, afina mis ojos. Ayúdame a dejar que la fe siempre los limpie y los proteja de cualquier atracción al mundo. Que mis ojos sean hondos y profundos para que siempre transmitan paz, amor, serenidad y alegría.
Mirarte cada día es gozar de esos ojos color de cielo. Esos ojos tuyos que me hablan del Padre, me transforman el corazón y me enseñan ternura. ¡Mirada de Dios, ojos benditos de Cristo, purifica mi vista y fíjala siempre en la tuya!"

OÍDO

"Escucharte es hacer silencio y abrir mis oídos interiores. Es acallar mi corazón para escuchar por amor el tuyo. Es cambiar el ritmo de mis latidos para adaptarme a los tuyos. Unir mi voluntad a la tuya. ¡Tú silencio me dice tanto! Es compañía, recuerdo, fortaleza, idioma fecundo que llena mi vida. La Eucaristía es tu Palabra que se vuelve eco de amor: Te amé, te amo y te amaré: aquí estoy para sostenerte y hablarte palabras de vida eterna".
En silencio quiero poner orden en mi vida. Quedarme con lo esencial, desechar ruidos, noticias, sueños y planes que no me dejan escucharte. Mi oído interior aprender a hablar tu mismo lenguaje: el de los hechos, el de las obras. Quedarme contigo, acompañarte. Escuchar tu mirada y ver tus palabras viajar de tu corazón al mío. ¡Palabra de Dios, amor sostenido en silencio, habla a mi corazón!"

OLFATO

"Con tu Encarnación Señor me has enseñado la fragancia de la eternidad. Te has querido hacer alimento cotidiano, olor familiar tan necesario. Hueles a hogar entrañable, a recuerdo perfumado de Pan hecho vida de mi vida. Pan caliente, recién salido del horno del sacrificio de tu amor misericordioso. Eucaristía del amor.
Que mi alma te alabe por el perfume de la rosa, el jazmín y la azucena. Ellas me ayudan a sensibilizar mi alma y a bendecirte por tan hermoso frescor. Pero sobre todo que mi alma te alabe, bendiga y agradezca por el perfume de tu Eucaristía: Cuerpo y Sangre de todo un Dios, aroma de humanidad divina que me lleva hasta la cima del dolor y me permite contemplar el paisaje eterno de tu amor.
Quiero respirar hondo y disfrutarte. Olor suave, paciente, manso y cercano. Perfume delicado, tierno y eterno. ¡Aroma de Cristo, Palabra Eterna, fragancia de eternidad, inunda mi corazón de tu presencia!"

TACTO

"Señor, tú sabes que no soy digno de que entres en mi casa, tampoco de tocarte, me basta con rozar el borde de tu manto para ser sanado. Quiero tocarte con la fe y sobre todo dejarme tocar por tu presencia, por tu mirada, por tu Palabra y por el aroma de tu amistad.
Tu mano en mi mano, tu caricia en mi rostro. Mis manos en tus heridas para curarte y consolarte. Mis rodillas al suelo para lavarte los pies con las lágrimas de mi arrepentimiento. Déjame sentir el frío del suelo a cambio de escuchar de cerca el latido de tu corazón. Que entienda que el mundo es frío, la tierra es dura pero a tu costado, todo lo calientas, todo lo suavizas, todo lo puedo llevar si me tocas con tu amor inefable y misericordioso. ¡Ternura del amor de Dios, mano que me levanta, me acaricia y me perdona, sostenme siempre en tu presencia!

GUSTO

"Te espero con anhelo cada vez que te miro para poder recibirte. Sabes a pan y vino pero eres Tú presente, vivo y eficaz. Sabías que me asustaría comerte y con humildad te quedaste en los accidentes para hacerte más cercano, más mío y así, sin apenas yo darme cuenta, al tenerte ya en mi corazón, tú me harías más tuyo. Gracias por tanta delicadeza.
Sabes a tierra pero eres eternidad encarnada. Eres uno de los míos y me quieres uno de los tuyos. Ayúdame a recibirte siempre con reverencia, con fe, con esperanza y caridad. Gustarte es prepararse gozosamente para el banquete más importante. Es cuidar todos los detalles de mis otros sentidos para poder acogerte como huésped: limpiar mi corazón, perfumar mi alma, purificar mi vista, silenciar mi oído, suavizar mi tacto.

Gracias por ser tan necesario, tan cercano, tan mío, tan nuestro. ¡Cuerpo y sangre de Cristo, alimenta mi cuerpo y santifica mi alma para que guste siempre de las delicias de tu amor!"


jueves, 5 de septiembre de 2013

¿Cómo vivir en la presencia de Dios?

Mi mamá y mi papá ya murieron. Papá murió cuando yo tenía catorce años; mamá, cuando yo iniciaba mis estudios de teología en la recta final al sacerdocio. Ya pasaron, pero están presentes en mi vida. Cuando apenas habían muerto, tenía muy vivo su recuerdo. Pasado el tiempo, su presencia no es ausencia, sino mucho más profunda y viva que un recuerdo.
Esta vivencia puede ayudarnos para el tema de vida espiritual que quisiera comentar hoy: el hábito de la presencia de Dios. No es lo mismo la presencia de una persona que amas y la presencia de Dios, pero en algo podría parecérsele y nos ayuda a entenderlo.

María guardaba la presencia de Jesús

Cuando Jesús salió de su casa y María se quedó sola, Ella estuvo siempre en su presencia. María acompañaba a su Hijo con su pensamiento y con todo su amor, aunque no estuviera físicamente a su lado. María gustaba en su corazón la presencia de Jesús, en su vida pública y después de su pasión y muerte. Además, sabía que Jesús la tenía siempre presente, se sabía muy amada por Él.
Seguramente, después de la muerte y resurrección de Jesús, la Virgen María enseñó a los apóstoles a seguir haciendo su vida de la mano de Cristo Resucitado. Les recordaría cómo Él les dijo: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20) y les enseñaría a tratar con Él aunque no lo vieran, ni lo escucharan, ni lo tocaran como lo hacían antes, sino a través de la fe. María fue maestra de oración para los apóstoles, les enseñó a actuar su fe (la oración es fe en acto), y así saberse siempre acompañados por el Maestro, dialogar con Él por el camino, consultarle en cualquier momento, tenerle siempre presente y hacer de su vida ordinaria una vida junto a Cristo.

Descubrir, guardar, gustar

Independientemente de lo que sintamos o no sintamos, por la fe creemos que Cristo está vivo, resucitó de entre los muertos y hoy vive en medio de nosotros y dentro de nosotros. Lo creemos y lo experimentamos: frecuentemente se hace presente a través de obras, personas y palabras. Jesucristo nos mira siempre, nos protege, está siempre allí para escucharnos, camina a nuestro lado.
Hagamos lo que hagamos estamos en la presencia de Dios. A nosotros nos corresponde descubrir su presencia, guardar su presencia, gustar su presencia.
Estamos hablando de una presencia que va más allá del recuerdo, es una unión íntima, parecida al compromiso matrimonial, que es donación mutua de por vida, una seguridad, una sola carne, un estado de vida. Pero en el caso de la unión con Dios es algo mucho más profundo todavía, pues se trata de la unión vital con Aquél que te creó porque te amó, que te conserva en la existencia porque eres su hijo, que vales tanto a sus ojos que siendo Dios se hizo hombre para salvarte y que ahora, por el Bautismo, Su sangre corre por tus venas y Él mismo habita en tu corazón: "¿No sabéis que sois santuarios de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?" (1Cor 3,16)
La vida espiritual consiste en tomar conciencia de esta Presencia viva de Dios a nuestro lado y dentro de nosotros, gozarla y pregustar el día en que recibiremos su abrazo eterno y podremos abrazarlo y verlo cara a cara.


La oración continua

El contemplativo es aquél que se sabe de Cristo y está siempre con Cristo. Nunca se siente solo. Vive con la certeza de la presencia de Dios. Tiene el hábito de la presencia de Dios, experimenta la seguridad de saberse amado por Dios y la paz de estar en sus brazos; disfruta el recuerdo de Sus obras y palabras y cultiva la actitud de querer agradarle siempre. Su vida es oración continua.
Podrás decir: ¡Qué quisiera vivir así! Pues quiérelo, cultiva el deseo de la presencia de Dios. San Agustin, comentando el salmo 37, escribe:
"Todo mi deseo está en tu presencia. Por tanto, no ante los hombres, que no son capaces de ver el corazón, sino que todo mi deseo está en tu presencia. Que tu deseo esté en su presencia; y el Padre, que ve en lo escondido, te atenderá.
Tu deseo es tu oración; si el deseo es continuo, continua también es la oración. No en vano dijo el Apóstol: Orad sin cesar. ¿Acaso sin cesar nos arrodillamos, nos prosternamos, elevamos nuestras manos, para que pueda afirmar: Orad sin cesar? Si decimos que sólo podemos orar así, creo que es imposible orar sin cesar. Pero existe otra oración interior y continua, que es el deseo. Cualquier cosa que hagas, si deseas aquel reposo sabático, no interrumpes la oración. Si no quieres dejar de orar, no interrumpas el deseo. Tu deseo continuo es tu voz, es decir, tu oración continua."

Permaneced en mí

Para Sor Isabel de la Trinidad la santidad consiste en estar siempre unido a la Trinidad. «¡Es tan buena esta presencia de Dios! Es allí, en el fondo, en el cielo de mi alma donde me gusta buscarle, pues nunca me abandona. "Dios en mí y yo en él". ¡Oh! Esta es mi vida». (...)
«Permaneced en mí (Jn 15, 4). Es el Verbo de Dios quien da esta orden, quien manifiesta esta voluntad. Permaneced en mí no sólo unos instantes, algunas horas pasajeras, sino permaneced... de un modo permanente, habitual. Permaneced en mí, orad en mí, adorad en mí, amad en mí, sufrid en mí, trabajad, obrad en mí. Permaneced en mí para presentaros a cualquier persona, a cualquier cosa, penetrad siempre cada vez más en esta profundidad».
De esta manera la oración se identifica con nuestra vida, es el centro de la vida, no momentos puntuales y marginales. Y la vida misma, todo lo que nos suceda, cualquier persona que encontremos, hagamos lo que hagamos, todo podrá ser ocasión de encuentro con Cristo.


viernes, 16 de agosto de 2013

¿Tienes tentaciones?

Tentaciones las tenemos todos y a cada paso. A veces las vemos venir, otras nos sorprenden como el ladrón. A veces son declaradas, otras como lobos con piel de oveja. A veces las vencemos, otras nos atrapan y nos hacen daño, tanto daño. Por eso Jesucristo nos enseñó a pedir: "No nos dejes caer en tentación".


Cuestión de vida o muerte


Las tendencias desordenadas que llevamos dentro son agresivas y "son muerte; mas las del espíritu, vida y paz" (Rom 8,6) Nos pasamos toda la vida en guerra, guerra entre las tendencias del espíritu y las de la carne. "La vida del hombre sobre la tierra es una milicia" (Job 7,1)
Nos sirve para la ocasión la historia del viejo Cherokee en diálogo con su nieto: Una mañana un viejo Cherokee le contó a su nieto acerca de una batalla que ocurre en el interior de las personas. Él dijo, "Hijo mío, la batalla es entre dos lobos dentro de todos nosotros. Uno es malvado: es ira, envidia, celos, tristeza, pesar, avaricia, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, falso orgullo, superioridad y ego. El otro es bueno: es alegría, paz amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe." El nieto lo meditó por un minuto y luego preguntó a su abuelo: "¿Qué lobo gana?" El viejo Cherokee respondió: "Aquél al que tú alimentas."

¿Por qué permite Dios las tentaciones?


- La tentación nos ayuda a recordar que somos débiles y vulnerables, que tenemos una naturaleza caída que exige vigilancia, una flaqueza que necesita del auxilio de la fuerza de Dios. Nos recuerda que de todo ello hemos de ser salvados y nos llena de gratitud y amor hacia Jesús nuestro Redentor.
- El sufrimiento que trae la tentación es un modo de reparar por nuestros pecados.
- La circunstancia de la tentación nos da la oportunidad para confirmarle a Dios nuestra opción por Él.
- La situación de ser tentados nos ayuda a conocernos a nosotros mismos y a crecer en la virtud: "Quien no ha pasado pruebas poco sabe, quien ha corrido mundo posee gran destreza." (Eclesiástico 34,10) "El horno prueba las vasijas de alfarero, la prueba del hombre está en su razonamiento." (Eclesiástico, 27,5) Dios, por misericordia, quiere probarnos para instruirnos, dice San Agustín. Estos momentos son útiles como prueba de nuestras fuerzas espirituales. Abraham fue puesto a prueba, también Israel en el desierto. Cuando combatimos en la tentación y ponemos nuestra fuerza en Jesús y no en nuestras falsas seguridades, nos hacemos más fuertes y conquistamos la corona que Dios prometió a los que lo aman. El cristiano es un luchador, cuando deja de luchar se aleja de Dios. La militancia es indispensable para conquistar la cumbre del ideal cristiano.La tentación nos coloca en la verdad de nosotros mismos, y nos permite elevar los ojos a Dios misericordioso, poniendo toda nuestra confianza en Él, el Dios que no defrauda.

No debemos exponernos a la tentación, pero tampoco debemos huir de la batalla.


En la batalla debemos resistir con toda firmeza. San Cirilo de Jerusalén compara la tentación a un torrente difícil de atravesar. Algunos no dejan que la tentación les trague y atraviesan el río; son nadadores valientes y fuertes que no se dejan arrastrar por la corriente. Otros entran al río y se ven arrastrados. Una cosa es quemarse, otra chamuscarse.
En el Camino de Perfección, Santa Teresa explica que cuando un alma llega a la perfección no pide más al Señor que le libre de las tentaciones, de las persecuciones y las batallas. Más aún, desea el sufrimiento y lo pide al Señor, como el soldado que busca las grandes batallas porque sabe que el botín será generoso. Estas personas no temen a los enemigos declarados, se enfrentarán a ellos y saldrán victoriosas con la fuerza de Dios. El enemigo al que temen y del que piden al Señor que les proteja es al que se camufla, el demonio que se presenta con cara de ángel luminoso y que no se declara sino hasta después de haber vencido. Estos enemigos te hacen caer en tentación sin que te des cuenta. Te seducen, te engañan, te atrapan y dañan gravemente tu alma.
Santa Teresa recomienda que en la tentación, dediquemos más tiempo a la oración y supliquemos la ayuda del Señor con humildad, pidiéndole que nos permita sacar bien del mal. Cuando el Señor ve nuestro deseo de servirlo y darle gusto, será fiel y vendrá en nuestro auxilio. El demonio, que es muy astuto, nos hace creer que tenemos la virtud necesaria para afrontar las tentaciones. Es necesaria la humildad para reconocer nuestras debilidades y pedir ayuda al Señor a base de oración y vigilancia.
La postura de fondo debe ser una voluntad firmemente determinada a no ofender a Dios y siempre buscar agradarlo. En la tentación, aceptar que somos pobres y vulnerables; nunca la presunción de sentirse fuerte y virtuoso, porque por allí se mete el demonio. "Velad y orad, para no caer en tentación: el espíritu está pronto, pero la carne es débil" (Mt 26,41)

¿Qué pedimos a Dios en el Padre Nuestro?


Lo que pedimos a Dios no es que no seamos tentados, sino que que no seamos tentados por encima de nuestras fuerzas. "Y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito". (1 Cor 10,13)
Cuando se te presenta la tentación, depende de ti cómo la manejas en tu interior. No ves al demonio, pero sientes tus pasiones y tienes que combatir para salir victorioso. Necesitamos la gracia de Dios para salir triunfantes, por eso le decimos: no nos dejes caer en tentación. Es decirle: ayúdame, solo no puedo. Por eso, junto con la oración y la vigilancia, nos fortalecemos cuando intensificamos nuestra vida sacramental. Es Dios, todo vida y salud del alma, quien nos concede las fuerzas que necesitamos. La confesión y la comunión frecuentes fortalecen nuestro organismo espiritual, algo así como las vitaminas cuando estamos débiles y tememos agarrar un buen resfriado o algo peor.
Con esta petición suplicamos a Dios que el enemigo no pueda nada contra nosotros si Él no lo permite. Como dijo Cristo a Pilato: "No tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiera dado de lo alto" (Jn 19,11)

¡Padre Nuestro, te lo suplico, ¡no me dejes caer en tentación!


jueves, 15 de agosto de 2013

GRACIAS, JESÚS, por regalarnos a tu madre, María


LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA. La Madre de Dios fue asociada estrechamente, por voluntad del Padre, a los misterios de su Hijo. Así, al igual que Jesús, también ella murió y fue sepultada. Pero, como dice el Prefacio, «el Señor no quiso que conociera la corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu, concibió en su seno al autor de la vida». Al respecto escribía Pío XII: «A la manera que la gloriosa resurrección de Cristo fue parte esencial y último trofeo de su más absoluta victoria sobre la muerte y el pecado, así la lucha de la bienaventurada Virgen, común con su Hijo, había de concluir con la glorificación de su cuerpo virginal... Por eso, la augusta Madre de Dios, misteriosamente unida a Jesucristo desde toda la eternidad, ... consiguió, al fin, como corona suprema de sus privilegios, ser conservada inmune de la corrupción del sepulcro y, del mismo modo que antes su Hijo, vencida la muerte, ser levantada en cuerpo y alma a la suprema gloria del cielo». Y la Constitución papal que en 1950 declaró el dogma de la Asunción concluía con esta definición: «Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial».



Oración: Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos, te rogamos, que, aspirando siempre a las realidades divinas, lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

martes, 13 de agosto de 2013

Oración al Espíritu Santo


A veces nos sentimos solos y pensamos que nadie nos escucha. A veces no sabemos qué decisión tomar. A veces no sabemos explicar una presencia que de hecho experimentamos sin saber explicarla. Para cualquier momento, pero especialmente en esas circunstancias puede servirte esta oración al Espíritu Santo. 




domingo, 11 de agosto de 2013

Qué es la RCCE


"ES UNA MANIFESTACIÓN ELOCUENTE DE LA VITALIDAD SIEMPRE JOVEN DE LA IGLESIA, UNA EXPRESIÓN VIGOROSA DE LO QUE EL ESPÍRITU ESTÁ DICIENDO A LAS IGLESIAS AL FINAL DEL SEGUNDO MILENO".
(Juan Pablo II)



Para comprender la Renovación en el Espíritu, hay que asomarse a la experiencia de los Apóstoles en Pentecostés. El Cenáculo es el lugar donde los cristianos se dejan transformar por la oración, en torno a María, para acoger al Espíritu. Y es también el lugar de donde salen para llevar "hasta los confines de la tierra" el fuego de Pentecostés. La misión de la Renovación Carismática es hacer presente hoy en el mundo la experiencia de Pentecostés. Confirma así su vocación de servicio a la Iglesia, que fue enriquecida con los carismas del Espíritu desde su nacimiento en el Cenáculo.

RENOVACIÓN EN EL ESPÍRITU
Juan Pablo II ha dicho a nuestros hermanos de Italia: "Entre los caminos misteriosos con que la Providencia vive hoy su plan de salvación, en este final del segundo milenio, es convicción nuestra que, uno de ellos, pasa a través de la Renovación en el Espíritu. Por medio del Espíritu, el Resucitado vive y actúa entre nosotros haciéndonos presente en el mundo en cada experiencia personal".
Son Palabras del Papa que definen con acierto nuestra vocación y hasta la razón de nuestros testimonios. Veinte mil carismáticos italianos le aplaudieron.

SERÉIS MIS TESTIGOS
"En medio del corazón de un mundo convertido en desierto, y sequedad, por el racionalismo y el materialismo -dice el cardenal Ratzinger- ha surgido una nueva experiencia del Espíritu Santo que tiene las proporciones de un movimiento a escala mundial". Católicos de todo el mundo y cristianos de todas las confesiones se dejan invadir por la fuerza del Espíritu dando fe de que, el Señor que ha cambiado sus vidas, es el único Señor. Son signos visibles de ese cambio: el valor, como los apóstoles, para ser fieles a la promesa de Cristo: "Seréis mis testigos"; el proclamar la buena nueva con la fuerza de Dios, que hace "maravillas"; el surgir de una comunidad nueva basada en el amor

DESCUBRIR A CRISTO
La Renovación Carismática es "una corriente de gracia" que renueva en la sociedad actual los dones y carismas de la primera comunidad cristiana. Personas de todas las clases sociales y todas las pobrezas descubren a Cristo no cómo un Dios lejano que se encarnó un día en la Historia, sino como alguien vivo y resucitado que es centro de su vida.
Sin fundador, sin especiales compromisos, la Renovación nos ha permitido descubrir de nuevo esa profundidad del corazón donde Dios vive. Y, con ella, el asombro de las conversiones personales, el resurgir de la oración, la lectura enriquecedora de la Biblia y la liberación alegre de la alabanza. 

LA BUENA NOTICIA
Por eso es posible anunciar hoy a los que tienen sed, a los que buscan, a los que presienten algo más ... que hay un lugar ilusionante y vivo en la Iglesia:

LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA.
La forman grupos de todas las edades y condiciones -casados, solteros, religiosos, jóvenes y mayores- que desean vivir la buena noticia del Evangelio dando al mundo un testimonio de luz y esperanza.
Juan Pablo II definió así la Renovación Carismática: "es una manifestación elocuente de la vitalidad siempre joven de la Iglesia, una expresión vigorosa de lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias al final del segundo milenio."

NUEVO PENTECOSTÉS
La historia de la Renovación Carismática Católica está unida al concilio Vaticano II y al papel que en él se asigna a los laicos dentro de la Iglesia. En 1.961, Juan XXIII lo convocaba orando así al Espíritu Santo: "Renovad en nuestra época, como en un nuevo Pentecostés, vuestras maravillas ..."
El 18 de febrero de 1.967, treinta estudiantes y profesores de la universidad de Duquesne en Pensylvania, hacían un retiro espiritual para profundizar en la fuerza del Espíritu, dentro de la Iglesia primitiva, ausente en el cristianismo que ellos veían languidecer. La llamada tuvo una respuesta sorprendente: "Lo que empezó allí, gracias a Él - explicó David Mangan- fue una capacidad nueva para estar a su escucha... "Dios tomó de su mano el formarme para lo que Él quería de mi". La experiencia de la efusión del Espíritu se repitió en las universidades de Notre-Dame, en South Bend, Indiana, y en Michigan.
Grupos que nadie planeaba, ni convocaba, se multiplicaron como pequeñas luces en un estadio. Era la libertad del Espíritu que estallaba por todas partes: "la libertad de los hijos de Dios".
Con vitalidad sorprendente, la Renovación Carismática se ha difundido por todo el mundo y en todas las confesiones cristianas, alcanzando en la Iglesia Católica la cifre de 72 millones.

DEJAR A DIOS SER DIOS
Desde sus comienzos, la Renovación ha aportado a la Iglesia una gran corriente de libertad. "Dejábamos a Dios ser Dios". Fue esta una experiencia fundamental.

Más que hacer, se trataba de recibir el don de Dios. Dejarle a Él la iniciativa, porque los cristianos encerramos con frecuencia a Dios en la pequeñez de nuestros intereses, de nuestros proyectos y normas ... A veces se tenía la sensación de que Dios había suscitado la Renovación Carismática un poco para ir a su aire.
Hicimos un descubrimiento: más que hacer obras PARA Dios había que hacer las obras DE Dios. También descubrimos la cercanía impresionante de un Dios que "se goza en estar con los hombres".

REAVIVAR LA LLAMA
Agradecemos el don precioso de la Efusión del Espíritu, que reaviva en nosotros las gracias que un día recibimos en el Bautismo y la Confirmación que nos hace vivir, como adultos responsables, la fe que entonces prometimos.
Los seminarios de Vida en el Espíritu son nuestro modo específico de evangelizar. Si en los comienzos de la Iglesia los convertidos se bautizaban, hoy hemos de convertir a los bautizados. Son miles los cristianos que se declaran "creyentes" y afirman, al mismo tiempo, que "no practican". Como ha dicho el Papa, "Europa es hoy tierra de misión".
Los "Seminarios de vida en el Espíritu" evangelizan con la fuerza del primer anuncio. El Espíritu se derrama con poder y nacen de ellos conversiones radicales, vocaciones al sacerdocio, a la vida contemplativa. Compromisos con la sociedad, con los pobres, los presos, los enfermos.
SE ENCUENTRA A DIOS...
A lo largo de siete semanas, la trayectoria va del encuentro personal con Jesús, al descubrimiento de la Comunidad, para terminar con el compromiso ante la sociedad. Al final es imposible dejar de proclamar que Cristo vive hoy; que está a nuestro lado, que es nuestra vida. Todo esto es verdad. Lo ha dicho Carmen Conde en un gran poema: "Y si se apoyan las manos en el pecho y se respira hondo, se encuentra a Dios".

JESÚS ES EL SEÑOR
El fundamento teológico de la Renovación Carismática es el Misterio de la Trinidad y, especialmente, el conocimiento progresivo de la persona del Espíritu que es quien nos revela a Jesús. Por Él vamos al Padre y entramos, como grandes enchufados, en el coloquio amoroso de la vida trinitaria.
Si el Espíritu nos revela a Jesús, hay que proclamar con alegría, con asombro y respeto infinitos, que Jesús es el Señor. Este es el fin y el fruto primero de la Renovación Carismática. Esta es su fuerza: proclamar el Señorío de Cristo. Anunciar que Jesús es el Señor.

RIQUEZA DE LA IGLESIA
Acogemos con libertad todas las manifestaciones del Espíritu, con prudencia, pero sin permitir que ningún carisma del Espíritu se apague porque es don y riqueza para la Iglesia de la que formamos parte y donde Dios nos ha señalado esa misión concreta de despertar el gozo de su Santo Espíritu.
Es, por eso tarea especial de la Renovación, fomentar los Seminarios de vida en el Espíritu, atender a los grupos de oración, a todo lo que despierte la presencia de la auténtica vida. Todo lo que consuele, sane, suavice, todo lo que sea don y gozo del Espíritu para el mundo de hoy. Todo lo que sea unidad, paz, amor y ánimo grande ... "¡Valor!" Pidió Juan Pablo II en Pentecostés.

ALMA DEL MUNDO
¡Qué apasionante, para la Renovación, ser impulso renovador en la Iglesia!. Hacer que el Espíritu, "alma de la Iglesia", sea también ese "suplemento del alma" que nuestro mundo materialista y desencantado necesita.
Ese fue el primer saludo profético de Pablo VI a la Renovación: "Si, la Iglesia tiene necesidad de su eterno Pentecostés. Tiene necesidad de fuego en su corazón, palabras en sus labios, profecías en su mirada. La Iglesia necesita volver a encontrar la sed y el amor... Tiene necesidad de sentir que suben, desde lo más profundo de ella misma, como unos gemidos, un poema, una oración, un himno: es la voz orante del Espíritu".
Y el Papa se hacía una pregunta: "Entonces, ¿cómo esta renovación espiritual no va a ser una suerte para la Iglesia y para el mundo?". Palabras que parecen confirmar lo que algunos llaman "el fenómeno más sorprendente de la vida de la Iglesia en los últimos decenios".

PERO LO NUESTRO ES JESÚS
Es descubrir su rostro en los hermanos. Sentir que somos, juntos, una comunidad: que somos Iglesia suya. Lo nuestro, es acoger la buena noticia de la salvación. Comprobar, con asombro infinito, que estamos liberados de nosotros mismos, sanados de nuestras heridas. Proclamar la gratuidad del amor de Dios y la respuesta generosa del amor nuestro. Un amor que nos hace libres para anunciar al mundo lo que nuestros ojos han visto y nuestras manos han tocado.

MUY CERCA DE MARÍA
Juan Pablo II hizo una hermosa síntesis de nuestra misión al recordarnos, cuando la Renovación cumplía veinte años, el texto de Isaías: "El Espíritu de Dios está sobre mí, Él me ha enviado para ser luz de los ciegos, consuelo de los tristes, para vendar los corazones heridos...". "Os recomiendo, nos dijo, que meditéis frecuentemente las palabras de Isaías ponderando el gran misterio de cómo el Espíritu de Dios os cubre a vosotros con su sombra, de forma no muy distinta a la que experimentó María". Palabras que son un inmenso regalo para la Renovación y para la Iglesia. Palabras que no son posibles considerar sin estremecerse.