SGDOA 1 TIPICO

SGDOA 1 TIPICO

martes, 24 de septiembre de 2013

¡Qué injusto fue el siervo injusto!


Es una de las parábolas más impactantes del Evangelio, porque retrata nuestro comportamiento. En Mateo 18, 21-35, encontramos el contraste entre el perdón de Dios que pedimos y el perdón a quienes nos han ofendido, que tantas veces negamos.


viernes, 20 de septiembre de 2013

                   



John Elefante pasó a formar parte de Kansas en 1981, cuando la mítica banda de rock ya llevaba una década copando éxitos, sobre todo tras su celebérrima Dust in the wind. Para Elefante, nacido en 1958, fue el inicio de una carrera artística brillante, como vocalista y teclista -y autor de varios temas- en Kansas hasta que la abandonó tres años después, y luego como productor.

En 1990 creó junto con su hermano Dino el grupo de rock cristiano Mastedon, y durante la década de los noventa logró varios sencillos muy notables, a dúo primero y como solista después, y produciendo hasta la actualidad más de cien álbumes, entre ellos dos del grupo Petra, que le llevaron a estar nominado para un Grammy en 1986, y a ganarlo en 2000.

John es padre adoptivo de una niña de 13 años, Sami, a quien ha dedicado sú última canción, This time, donde recoge la historia de la pequeña, cuya madre biológica estuvo a punto de abortarla.



"No puedo imaginar mi vida sin mi hija Sami, y me rompe el corazón que chicas jóvenes embarazadas, en vez de elegir la vida para sus niños como hizo su madre biológica, les nieguen el derecho a nacer", declaró Elefante, según recoge CharismaNews: "Si la canción puede de alguna manera llamar la atención sobre este tema y animar a quienes estén pensando abortar a elegir la vida, por ejemplo mediante la adopción, no podríamos sentirnos más felices".

La letra de la canción, explica, intenta ponerse en la piel de la madre de Sami cuando estaba "sentada en una fría habitación, asustada y sola, sabiendo que su hija pronto se iría". Entonces se queda dormida y sueña en esa hija cumpliendo tres años, y luego creciendo y convirtiéndose en una mujer... y entonces llega la sorpresa final.



jueves, 12 de septiembre de 2013

XXXVII ASAMBLEA DE CATALUÑA
RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA
BARCELONA 26 Y 27 OCTUBRE DE 2013







"Yo hago nuevas todas las cosas"
Ap 21, 5


 Espíritu Santo inspírame siempre lo que debo pensar,lo que debo decir, cómo lo debo decir, lo que debo callar, lo que debo escribir, lo que debo hacer, cómo debo obrar para procurar Tu gloria, el bien de almas y mi propia santificación. ¡Amén!

sábado, 7 de septiembre de 2013

La oración de los cinco sentidos

La oración de los cinco sentidos es una invitación a dejar que la presencia de Cristo se haga viva en cada una de los sentidos de nuestro cuerpo para que desde ese contacto los podamos elevar a los sentidos del alma.



La humanidad y divinidad de Cristo se nos ofrece en la Eucaristía, memorial de su Pasión, muerte y resurrección. ¿Cómo rezar ante Cristo presente en la Eucaristía utilizando los cinco sentidos?

VISTA

"Te miro Señor y sé que tú me miras. Me conmueve tu soledad, tu vulnerabilidad. Deja que mis ojos te acompañen. Son ojos limitados, débiles y pecadores, pero quieren descansar en ti. Acoge mi mirada como un deseo de verte siempre en toda la creación, en todas mis relaciones, en todas mis miradas. Quiero que tu Eucaristía, que tú Señor, aquí presente seas mi filtro. Ver todo y mirar a todos contigo y a través de tu presencia. Purifica mi vista, afina mis ojos. Ayúdame a dejar que la fe siempre los limpie y los proteja de cualquier atracción al mundo. Que mis ojos sean hondos y profundos para que siempre transmitan paz, amor, serenidad y alegría.
Mirarte cada día es gozar de esos ojos color de cielo. Esos ojos tuyos que me hablan del Padre, me transforman el corazón y me enseñan ternura. ¡Mirada de Dios, ojos benditos de Cristo, purifica mi vista y fíjala siempre en la tuya!"

OÍDO

"Escucharte es hacer silencio y abrir mis oídos interiores. Es acallar mi corazón para escuchar por amor el tuyo. Es cambiar el ritmo de mis latidos para adaptarme a los tuyos. Unir mi voluntad a la tuya. ¡Tú silencio me dice tanto! Es compañía, recuerdo, fortaleza, idioma fecundo que llena mi vida. La Eucaristía es tu Palabra que se vuelve eco de amor: Te amé, te amo y te amaré: aquí estoy para sostenerte y hablarte palabras de vida eterna".
En silencio quiero poner orden en mi vida. Quedarme con lo esencial, desechar ruidos, noticias, sueños y planes que no me dejan escucharte. Mi oído interior aprender a hablar tu mismo lenguaje: el de los hechos, el de las obras. Quedarme contigo, acompañarte. Escuchar tu mirada y ver tus palabras viajar de tu corazón al mío. ¡Palabra de Dios, amor sostenido en silencio, habla a mi corazón!"

OLFATO

"Con tu Encarnación Señor me has enseñado la fragancia de la eternidad. Te has querido hacer alimento cotidiano, olor familiar tan necesario. Hueles a hogar entrañable, a recuerdo perfumado de Pan hecho vida de mi vida. Pan caliente, recién salido del horno del sacrificio de tu amor misericordioso. Eucaristía del amor.
Que mi alma te alabe por el perfume de la rosa, el jazmín y la azucena. Ellas me ayudan a sensibilizar mi alma y a bendecirte por tan hermoso frescor. Pero sobre todo que mi alma te alabe, bendiga y agradezca por el perfume de tu Eucaristía: Cuerpo y Sangre de todo un Dios, aroma de humanidad divina que me lleva hasta la cima del dolor y me permite contemplar el paisaje eterno de tu amor.
Quiero respirar hondo y disfrutarte. Olor suave, paciente, manso y cercano. Perfume delicado, tierno y eterno. ¡Aroma de Cristo, Palabra Eterna, fragancia de eternidad, inunda mi corazón de tu presencia!"

TACTO

"Señor, tú sabes que no soy digno de que entres en mi casa, tampoco de tocarte, me basta con rozar el borde de tu manto para ser sanado. Quiero tocarte con la fe y sobre todo dejarme tocar por tu presencia, por tu mirada, por tu Palabra y por el aroma de tu amistad.
Tu mano en mi mano, tu caricia en mi rostro. Mis manos en tus heridas para curarte y consolarte. Mis rodillas al suelo para lavarte los pies con las lágrimas de mi arrepentimiento. Déjame sentir el frío del suelo a cambio de escuchar de cerca el latido de tu corazón. Que entienda que el mundo es frío, la tierra es dura pero a tu costado, todo lo calientas, todo lo suavizas, todo lo puedo llevar si me tocas con tu amor inefable y misericordioso. ¡Ternura del amor de Dios, mano que me levanta, me acaricia y me perdona, sostenme siempre en tu presencia!

GUSTO

"Te espero con anhelo cada vez que te miro para poder recibirte. Sabes a pan y vino pero eres Tú presente, vivo y eficaz. Sabías que me asustaría comerte y con humildad te quedaste en los accidentes para hacerte más cercano, más mío y así, sin apenas yo darme cuenta, al tenerte ya en mi corazón, tú me harías más tuyo. Gracias por tanta delicadeza.
Sabes a tierra pero eres eternidad encarnada. Eres uno de los míos y me quieres uno de los tuyos. Ayúdame a recibirte siempre con reverencia, con fe, con esperanza y caridad. Gustarte es prepararse gozosamente para el banquete más importante. Es cuidar todos los detalles de mis otros sentidos para poder acogerte como huésped: limpiar mi corazón, perfumar mi alma, purificar mi vista, silenciar mi oído, suavizar mi tacto.

Gracias por ser tan necesario, tan cercano, tan mío, tan nuestro. ¡Cuerpo y sangre de Cristo, alimenta mi cuerpo y santifica mi alma para que guste siempre de las delicias de tu amor!"


jueves, 5 de septiembre de 2013

¿Cómo vivir en la presencia de Dios?

Mi mamá y mi papá ya murieron. Papá murió cuando yo tenía catorce años; mamá, cuando yo iniciaba mis estudios de teología en la recta final al sacerdocio. Ya pasaron, pero están presentes en mi vida. Cuando apenas habían muerto, tenía muy vivo su recuerdo. Pasado el tiempo, su presencia no es ausencia, sino mucho más profunda y viva que un recuerdo.
Esta vivencia puede ayudarnos para el tema de vida espiritual que quisiera comentar hoy: el hábito de la presencia de Dios. No es lo mismo la presencia de una persona que amas y la presencia de Dios, pero en algo podría parecérsele y nos ayuda a entenderlo.

María guardaba la presencia de Jesús

Cuando Jesús salió de su casa y María se quedó sola, Ella estuvo siempre en su presencia. María acompañaba a su Hijo con su pensamiento y con todo su amor, aunque no estuviera físicamente a su lado. María gustaba en su corazón la presencia de Jesús, en su vida pública y después de su pasión y muerte. Además, sabía que Jesús la tenía siempre presente, se sabía muy amada por Él.
Seguramente, después de la muerte y resurrección de Jesús, la Virgen María enseñó a los apóstoles a seguir haciendo su vida de la mano de Cristo Resucitado. Les recordaría cómo Él les dijo: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20) y les enseñaría a tratar con Él aunque no lo vieran, ni lo escucharan, ni lo tocaran como lo hacían antes, sino a través de la fe. María fue maestra de oración para los apóstoles, les enseñó a actuar su fe (la oración es fe en acto), y así saberse siempre acompañados por el Maestro, dialogar con Él por el camino, consultarle en cualquier momento, tenerle siempre presente y hacer de su vida ordinaria una vida junto a Cristo.

Descubrir, guardar, gustar

Independientemente de lo que sintamos o no sintamos, por la fe creemos que Cristo está vivo, resucitó de entre los muertos y hoy vive en medio de nosotros y dentro de nosotros. Lo creemos y lo experimentamos: frecuentemente se hace presente a través de obras, personas y palabras. Jesucristo nos mira siempre, nos protege, está siempre allí para escucharnos, camina a nuestro lado.
Hagamos lo que hagamos estamos en la presencia de Dios. A nosotros nos corresponde descubrir su presencia, guardar su presencia, gustar su presencia.
Estamos hablando de una presencia que va más allá del recuerdo, es una unión íntima, parecida al compromiso matrimonial, que es donación mutua de por vida, una seguridad, una sola carne, un estado de vida. Pero en el caso de la unión con Dios es algo mucho más profundo todavía, pues se trata de la unión vital con Aquél que te creó porque te amó, que te conserva en la existencia porque eres su hijo, que vales tanto a sus ojos que siendo Dios se hizo hombre para salvarte y que ahora, por el Bautismo, Su sangre corre por tus venas y Él mismo habita en tu corazón: "¿No sabéis que sois santuarios de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?" (1Cor 3,16)
La vida espiritual consiste en tomar conciencia de esta Presencia viva de Dios a nuestro lado y dentro de nosotros, gozarla y pregustar el día en que recibiremos su abrazo eterno y podremos abrazarlo y verlo cara a cara.


La oración continua

El contemplativo es aquél que se sabe de Cristo y está siempre con Cristo. Nunca se siente solo. Vive con la certeza de la presencia de Dios. Tiene el hábito de la presencia de Dios, experimenta la seguridad de saberse amado por Dios y la paz de estar en sus brazos; disfruta el recuerdo de Sus obras y palabras y cultiva la actitud de querer agradarle siempre. Su vida es oración continua.
Podrás decir: ¡Qué quisiera vivir así! Pues quiérelo, cultiva el deseo de la presencia de Dios. San Agustin, comentando el salmo 37, escribe:
"Todo mi deseo está en tu presencia. Por tanto, no ante los hombres, que no son capaces de ver el corazón, sino que todo mi deseo está en tu presencia. Que tu deseo esté en su presencia; y el Padre, que ve en lo escondido, te atenderá.
Tu deseo es tu oración; si el deseo es continuo, continua también es la oración. No en vano dijo el Apóstol: Orad sin cesar. ¿Acaso sin cesar nos arrodillamos, nos prosternamos, elevamos nuestras manos, para que pueda afirmar: Orad sin cesar? Si decimos que sólo podemos orar así, creo que es imposible orar sin cesar. Pero existe otra oración interior y continua, que es el deseo. Cualquier cosa que hagas, si deseas aquel reposo sabático, no interrumpes la oración. Si no quieres dejar de orar, no interrumpas el deseo. Tu deseo continuo es tu voz, es decir, tu oración continua."

Permaneced en mí

Para Sor Isabel de la Trinidad la santidad consiste en estar siempre unido a la Trinidad. «¡Es tan buena esta presencia de Dios! Es allí, en el fondo, en el cielo de mi alma donde me gusta buscarle, pues nunca me abandona. "Dios en mí y yo en él". ¡Oh! Esta es mi vida». (...)
«Permaneced en mí (Jn 15, 4). Es el Verbo de Dios quien da esta orden, quien manifiesta esta voluntad. Permaneced en mí no sólo unos instantes, algunas horas pasajeras, sino permaneced... de un modo permanente, habitual. Permaneced en mí, orad en mí, adorad en mí, amad en mí, sufrid en mí, trabajad, obrad en mí. Permaneced en mí para presentaros a cualquier persona, a cualquier cosa, penetrad siempre cada vez más en esta profundidad».
De esta manera la oración se identifica con nuestra vida, es el centro de la vida, no momentos puntuales y marginales. Y la vida misma, todo lo que nos suceda, cualquier persona que encontremos, hagamos lo que hagamos, todo podrá ser ocasión de encuentro con Cristo.