Testimonio de Sor Branka de la Comunidad Cenacolo:
“entré en la Comunidad destruida cargando sobre mis espaldas la dependencia del
alcohol y la depresión”
Jesús dijo: ”Pidan y se les dará.” (Mt 7,7) También dijo: “Cuando
pidan en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán.” (Mc 11,24).
Me llamo sor Branka y entré en la Comunidad destruida cargando sobre
mis espaldas la dependencia del alcohol y la depresión. Mi vida fue una
pesadilla: estuve en la guerra de Bosnia-Herzegovina y ya antes había absorbido
los traumas de mis padres y mis abuelos. Todo me llevó a la desesperación de la
que trataba de escapar con el alcohol.
La sociedad en la que me crié, la ex Yugoeslavia comunista también
ayudó a alejarme del único Dios verdadero. Recuerdo que en mi infancia y
juventud, hablar de Jesús en la calle podía traer severas consecuencias, pero
gracias a mi abuela y a mis padres, a su constancia y valentía para perseverar
en la fe, siempre llevé en el corazón el amor por la oración.
Entré en la Comunidad gracias a la ayuda de un ángel: P. Slavko de
Medjugorje. Llegué a Italia destruida en el físico, en lo psíquico y también en
el corazón: no sabía lo que era la esperanza, la confianza ni la voluntad.
Lentamente, me fui curando delante del Santísimo Sacramento, con la paciencia y
el amor de las hermanas en las que reconocí el rostro de Jesús día tras día.
Todos los días estaba dos horas frente a Jesús Eucaristía, para
contarle todo lo que me pasaba, ya que no podía dialogar con nadie más por el
estado en el que estaba. A causa de mis profundas heridas no tenía confianza en
nada ni en nadie; heridas que Jesús, lentamente, una por una sanó
reconstruyendo mi persona en el equilibrio y madurez. También puso en mi camino
a un doctor, amante de la vida y amigo de la Comunidad, que me escuchó y me
ayudó con el diálogo y me dio justo la medicina que necesitaba.
Deseo agradecer mucho a Madre Elvira porque creyó en mi, esperó mi
sanación contra toda esperanza; esta confianza me dio la fuerza para combatir.
Caminando y rezando se curó mi sistema nervioso y hoy soy una
persona que trasmite paz -así dicen las que viven conmigo- este milagro lo
realizó Jesús. La sanación más grande la recibí en la Santa Misa, que es la más
bella oración, donde Jesús mismo y nosotros con Él le ofrecemos al Padre la
vida, las enfermedades, lo más profundo nuestro. En esos momentos en los que el
cielo y la tierra se encuentran, muchas veces me sentí sanada y liberada, una
fuerza nueva entraba dentro mío y me iba liberando. En un momento de mi camino
comunitario, me eligió para seguirlo como su esposa y hoy estoy feliz.
Tantos años vividos en la oscuridad, en la lucha, en el sufrimiento
me hicieron descubrir lo preciosa que es la oración para los demás. Es una
oración que libera a quien la hace, libera del egoísmo, de la indiferencia, de
la tristeza, ayuda a olvidarnos de nosotros mismos y a ver las necesidades de
quienes están a nuestro alrededor. Nos ayuda a caminar por amplios campos, bajo
cielos abiertos, a mirar y a desear lo grande.
Por eso, Señor Jesús, te encomiendo a toda la humanidad, en especial
a los que lean este testimonio, que es el fruto de tu gran Amor.
Fuente: www.comunitacenacolo.it